Las emociones de la madre moldean personalidad del bebé en el vientre
Vanesa / 30 marzo / 0 Comment / 118945
Todas las personas somos seres emocionales, más aún las mujeres en etapa de gestación. Más allá de nuestro modo de expresarnos, más allá de que nuestro embarazo haya sido deseado o no, es difícil pensar que el proceso gestacional nos deje emocionalmente neutras. Por el contrario, lo más habitual es que nuestra afectividad se incremente, que nuestros canales se abran aún más y que, lo expresemos más o menos según nuestra personalidad, estemos más sensibles, más vulnerables, más receptivas a sentimientos y vibraciones afectivas propias y de quienes nos rodean.
¿Cuánto de esto puede afectar a nuestro hijo in útero?
Si bien nadie conoce la respuesta exacta, se sabe que nuestro bebé está en íntima conexión con todo lo que nos ocurra.
El mundo emocional del niño intrauterino es un área de intenso y activo estudio, y si bien no es un tema que esté completamente dilucidado, lo cierto es que cada vez hay más evidencia de que el bebé siente desde mucho antes de nacer.
Mucho hay descrito acerca del fenómeno de fusión emocional de la madre con el bebé una vez que éste nace. Laura Gutman es reiterativa en afirmar que madre y bebé permanecen fusionados incluso después de la separación física que implica el nacimiento, a un nivel sutil, emocional y espiritual. Esta autora postula que todo lo que la mamá siente, lo que recuerda, lo que la preocupa , lo que rechaza, el bebé lo siente como propio, por lo que serían como dos seres en uno, compartiendo el mismo campo emocional, incluso compartiendo aura, según la tradición kundalini.
La tendencia es pensar que este fenómeno ocurriría aún más si madre e hijo están compartiendo cuerpo como lo hacen durante el embarazo.
El Dr. Thomas Verny, psiquiatra experto en el tema (autor de “La vida secreta del niño antes de nacer” y “El vínculo afectivo con El Niño que va a nacer” entre otros) plantea que el niño aún no nacido es un ser consciente, que siente y recuerda y que todo cuanto ocurra durante el período de gestación va moldeando y formando la personalidad, los impulsos y sus pensamientos de manera significativa. Según nuevos y alentadores estudios el niño intrauterino sería sensible a matices emocionales excepcionalmente sutiles. Y puede sentir y reaccionar no sólo ante emociones amplias e indiferenciadas como el amor y el odio sino también ante complejos estados afectivos más matizados como la ambivalencia y la ambigüedad.
El cuerpo del bebé dentro de su madre, se alimenta de la misma sangre que ella y todos sus mecanismos regulatorios dependen absolutamente de ella: respiración, digestión, regulación de temperatura, respuestas inflamatorias. ¿Por qué no suponer entonces que su regulación emocional in útero también esté fuerte e inseparablemente conectada a los estados emocionales de la madre?
Se cree que es un período de puras sensaciones, uno de los momentos más cómodos en la vida del ser humano, sin embargo, altamente sensible, por lo que este confort puede ser interrumpido por estados emocionales muy intensos o por cualquier sustancia que afecte el sistema nervioso en formación.
El feto , ya desde el primer trimestre puede reaccionar a nuestros estados de ánimo, puede por ejemplo empezar a dar patadas cuando nos enojamos o preocupamos, pero no es que esto tenga un efecto perjudicial en él siempre. De hecho es una manera de irnos conociendo, vinculando y mostrándoles el mundo. Por otro lado, el bebé en formación disfruta con nuestro buen humor cuando estamos emocionadas y contentas. Y cuando estamos relajadas él también se siente tranquilo.
Estando en el útero el bebé siente, oye, ve, saborea, responde e incluso aprende y recuerda. Ya desde esta etapa puede definir ciertas cosas que le gustan y otras que le disgustan (tipos de voces, músicas, movimientos, posiciones)
Desde aproximadamente la mitad del embarazo puede oír y ya desde el sexto mes es capaz de responder a los sonidos que vienen desde el mundo exterior, aunque los oiga amortiguados desde el líquido amniótico donde está suspendido. Así como también puede distinguir el tono emocional de las voces y mover el cuerpo al ritmo de esta entonación.
Desde este lugar, el feto está experimentando el mundo a través de nosotras, y no sólo percibe cosas del mundo externo sino también acerca del mundo interno de la madre, de sus sentimiento, ideas, temores. Y esto puede hacerlo porque nuestras emociones, en mayor medida las intensas, desencadenan la liberación de diferentes sustancias químicas hacia nuestra corriente sanguínea (la ira libera adrenalina, el miedo otras catecolaminas, la euforia libera endorfinas). Éstas atraviesan la placenta a los pocos segundos de sentirse la emoción intensa y llegan a la circulación fetal. Y como es de suponer, al igual que a nosotros los adultos, les disgustan las emociones negativas produciendo sus primeras sensaciones displacenteras. Más aún si son duraderas, frecuentes e intensas. El bebé responderá cambiando también su humor y adaptándose éste a los cambios de la madre.
Es importante entender que los breves y ocasionales períodos de ansiedad o rabia (una discusión intensa, un momento de miedo, una preocupación puntual) no parecen tener efectos perjudiciales a largo plazo para nuestro hijo en gestación. Incluso se piensa que podría ser beneficioso en el sentido que lo va entrenando a adaptarse a este tipo de emociones “negativas” y a enfrentar mejor futuras situaciones de estrés.
Por otro lado, el que la madre esté expuesta a emociones negativas intensas y permanentes sí puede tener un efecto perjudicial en el bebé (parto prematuro, bajo peso de nacimiento, cólicos, problemas de aprendizaje). Parece ser que si la madre da espacio también a momentos de felicidad y relajo, los períodos de emociones negativas tendrían menos efectos.
Más que se le traspase la pena o rabia, lo que parece ser perjudicial es que el exceso de estrés materno en el período prenatal aumenta la exposición del niño a las hormonas del estrés y éstas son las que le resultan potencialmente dañinas. El aumento de circulación de neuro-hormonas asociadas a estrés pueden dar al niño intrauterino una mayor susceptibilidad biológica hacia la aflicción emocional. Por ello siempre es importante poder acompañar a la madre en el embarazo, no evitando que llore sino más bien siendo un sostén emocional y propiciando instancias de distensión y distracción así como de armonía en el hogar.
En un próximo artículo explicaremos en detalle lo que podemos hacer para proteger al bebé y evitar que las emociones negativas de la madre puedan afectarle en su vida.
Fuente: http://www.mamadre.cl/2016/03/las-emociones-de-la-madre-moldean-personalidad-del-bebe-en-el-vientre/